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domingo, 31 de agosto de 2014

Fate Reforged -II Bloque Khans of Tankir-


Saludos! Siguen las noticias en el mundo del Magic. Esta vez les comento que fue revelado el nombre del segundo bloque de Khans of Tankir:

 Fate Reforged


Asi que Magic nos deja una imagen bastante prometedora del buen Sharkan Vol que al parecer encontró aquello que mas deseaba en su plano original. Un Dragón.

Ademas les dejo los links de los spoilers visuales hasta el momento en Khans of Tankir:





Sorin, Solemn Visitor -Spoiler Khans of Tankir-


Con una agradable sorpresa, les presento el segundo delos Caminantes de planos; el caso de Sorin.



Ugin. Recordando el elemento u objeto que desencadeno la liberación delos Eldrazi en el plano de Zendikar. 




Fetch lands -Khans of Tankir-


Magic complaciendo a sus fanáticos y garantizado la ventas del bloque con las famosas Fetch lands






Spoiler Khans of Tankir!! 4 cartas Nuevas!


Ahora otro grupo de buenas cartas para el nuevo bloque que se nos viene en setiembre!





Nuevo Sharkn Vol!! -Spoilers de Khans of Tankir-


Les dejo para que disfruten los nuevos previos de Khans lanzados. Entre ellos el nuevo Sharkan Vol. Esta vez color mono rojo. 










sábado, 30 de agosto de 2014

-Spoilers Visual Khans of Tankir- 4 Nuevas Cartas!



Saludos! Bueno les dejo 4 buenos spoilers de Khans of Tankir. Excelentes cartas. El bloque aun con muy poco que nos han lanzado, va por un excelente camino. 


Excelente Monk!!


Destrucción!!


Acelerador para mazos de cartas con conste alto de criaturas. 


Este Charm es de lo mejor!! 

-Spoilers Visual Khans of Tankir- 3 Cartas Nuevas!!


Saludos! Bueno les dejo 3 buenos spoilers de Khans of Tankir.

  • Necropolis Fiend
  • Herald of Anafenza
  • Crackling Doom


  



Ivorytusk Fortress -Spoiler Visual Khans of Tankir-



Saludos! Gente hoy ha salido otro spoiler para el bloque Khans of Tankir, esta vez desatando el poder delos elefantes. Por cierto dicho elefante va ser la carta del deck pre-construido de Abzan.






Ivorytusk Fortress

2WBG

Creature - Elephant

Untap each creature you control with a +1/+1 counter on it during each other player's untap step.

Texto de ambientación:

"..Abzan soldiers march to war confident that their Houses march with them.."

5/7

jueves, 28 de agosto de 2014

-Soundclaw Mystic- Spoiler Khans of Tankir


Saludos! Gente hoy ha salido otro spoiler para el bloque Khans of Tankir y la verdad esta carta tiene todo el perfil que va ser usada de muchas maneras.

A la vez que supones que el costo de la misma va ser algo alto. Bichos que generen mana adicional y por costo bajo siempre son de los mas buscados en mazos cuyo objetivo sea el colocar en el campo de batalla criaturas de coste algo y gran poder.

-Soundclaw Mystic-







1G 
Creature - Human Shaman 

T: Add G, U, or R to your mana pool.

 Morph 2. (You may cast this card face down as a 2/2 creature for 3. Turn it face up any time for its morph cost.) 

When Soundclaw Mystic is turned face up, add GUR to your mana pool.

Fragmentos de Historia -Garruk De Cazador a El monstruo-


Garruk Portavoz Salvaje no es el mismo de antaño.

 La maldición de Liliana Vess y el siniestro poder del Velo de Cadenas hicieron que sus instintos salvajes lo llevaran a cazar a las presas más peligrosas de todas: otros Planeswalkers. Si lo hubiesen ignorado, habría seguido matando a lo largo y ancho del Multiverso. 

Sin embargo, (SPOILERS) tras los acontecimientos de Magic 2015—Duels of the Planeswalkers, la situación de Garruk ha cambiado. 

Cuando le implantaron un edro de Zendikar, se percató de que el dominio de la maldición se había reducido, pero sin desaparecer totalmente. Ahora, Garruk Portavoz Salvaje se plantea una pregunta que podría cambiar su destino: ¿se considera a sí mismo un monstruo? Además, él no es el único que quiere averiguarlo... 

Prefería ser el cazador. Moverse, perseguir, anticiparse, ver cómo el miedo de la presa la reduce a seguir los rituales instintivos de la vida que intenta escapar de la muerte. Hay muchas formas de vida distintas, todas con diferentes armas, defensas, estilos y conocimientos. Sin embargo, ante la presencia de un cazador, todas actúan de la misma forma: la respiración entrecortada y los giros instintivos, los ojos desorbitados y el último arrebato de velocidad, las etapas finales de las presas. 

Ser cazado supone morir. 
Cazar supone vivir. 

Odiaba esperar. Había permanecido quieto entre la maleza durante muchas horas. La pierna derecha le había dado calambres intermitentes durante veinte minutos. 

No había gritado. El dolor era intenso, pero soportable en comparación con el otro dolor reciente que había sufrido su cuerpo. Incluso una puñalada en la garganta habría parecido más tolerable que aquella agonía que había experimentado. Aunque no podía verlo, notaba el edro alojado en su carne, latente como si se tratase de un segundo corazón. Era su oportunidad de tener una especie de segunda vida. El edro era frío, ajeno. Años atrás, se habría vuelto loco por haber experimentado aquella intrusión de magia y artificio en su cuerpo. No podía huir de su presencia, de su pulso. 

El edro emitía una vibración, aunque con una melodía y un tempo que solo él podía percibir. No obstante, conviviría con él. Su cuerpo y su mente volvían a pertenecerle. Aquella libertad no tenía precio.


Había aguardado mucho tiempo a su presa. Llevaba tres días en Shandalar, esperando dar con un atisbo de ella. La última vez que se había marchado del plano, creyó que jamás regresaría. Pero allí estaba, apenas unas semanas después. Una nueva cacería, una nueva presa. 

 ―Garruk ―se oyó una especie de susurro en la brisa. Era una voz suave, baja, femenina. Una voz que había llegado a perseguir. ―Garruk ―el susurro procedía de la retaguardia. El cazador se incorporó lentamente. 

Ya no tenía por qué apresurarse, pues lo habían encontrado. Se dio la vuelta y vio una pequeña esfera de luz blanca danzando en el claro del bosque que tenía ante él, trazando la forma de un ocho. Cuando Garruk se acercó, la luz se alejó hacia el interior de la espesura. Más allá del claro, había densos bancos de niebla entre las arboledas. 

La fuente de luz se desvaneció en la neblina. Garruk no lograba percibir ningún detalle tras la opaca cortina centelleante. La mayoría de sus sentidos se habían alterado a causa de la maldición, casi todos para peor. El edro que detenía la maldición impedía que siguiesen deteriorándose, pero no los había restablecido. Más insultos y heridas. 

Una silueta emergió de la neblina y entró en el claro. Una melena de color negro azabache rodeaba un rostro hermoso. Tanto la cara como los brazos estaban surcados por delgadas líneas rúnicas, invisibles bajo la luz tenue del bosque, pero Garruk sabía que estaban allí. Los ojos de la mujer, normalmente de un violeta claro, tenían un ligero brillo púrpura oscuro. La mayoría habría dicho que su sonrisa era encantadora, pero Garruk conocía la fría crueldad que encerraba.

 El vestido y las botas que vestía eran exactamente iguales que los que había llevado en su último encuentro, durante el que Garruk se esforzó al máximo para intentar matarla. Aquella vez, había fracasado. Soltó la funda del hacha que llevaba a la espalda y la desenvainó. La sostuvo por el mango, con calma. Aquella arma había sido una valiosa amiga cuando Garruk puso fin a las vidas de muchos Planeswalkers, bajo la influencia irreprimible de la maldición. Simplemente, no logró acabar con la persona que lo había maldito. Al menos por el momento. 

 ―Liliana Vess ―la ronca voz de Garruk retumbó por todo el claro. La sonrisa de ella denotó sus aires de superioridad.


―Hola, Garruk. Tienes mucho mejor aspecto que la última vez que nos encontramos. Siempre he opinado que matar es un buen método para mantenerse sano, así que debes de estar de maravilla. Su voz era como un melodioso látigo de raso. Llevaba los hombros descubiertos y los mecía mientras hablaba. Garruk se preguntó quién de los dos habría arrebatado más vidas y admitió a regañadientes que quizá no la superaría en aquel aspecto. Siguió de pie al borde del claro, con el hacha dispuesta.

 ―¿No vas a rugir como un salvaje? ¿No vas a intentar partirme la cabeza con esa hacha? Vaya, Garruk, hasta no me importaría llevarte de acompañante a una cena si no fuese por algunos detalles. Si te libras de ese hedor y del edro que sobresale de ti, quizá estés lo bastante presentable como para escoltarme. Garruk permaneció en silencio. Poco después, volvió a enfundar el hacha y caminó lentamente hacia Liliana. La Planeswalker alzó los brazos y el mismo brillo púrpura de sus ojos le surgió de las manos. La última vez que Garruk había visto aquello, el dolor se había apoderado de él. 

El cazador siguió caminando despacio hacia ella.

 ―¿Qué te faltó para matarme en la ocasión anterior? Me habías agarrado por el cuello, estabas asfixiándome y tu apestoso aliento podría haber sido lo último que percibiese. Por debajo de tu ira, notaba tus ansias y tus deseos de matar. ¿Acaso no es glorioso ver que la vida abandona a aquellos que te han hecho daño y te han perjudicado? ¿Cómo iba la gente a saber que existen las consecuencias, si no fuese por otros como tú y como yo? Liliana seguía hablando y el brillo púrpura de sus manos alzadas se intensificaba, pero no surgía magia alguna. Ningún zarcillo tenebroso se aferraba a Garruk, ni los necrófagos se levantaban para cortarle el paso.

 El cazador se planteó continuar con aquella farsa, pero tenía que retomar la persecución de su presa.

 ―El aspecto es perfecto y la voz es casi idéntica, pero no has acertado ni uno de los olores, Beleren. Garruk se detuvo a pocos metros de Liliana. La silueta titiló y se disipó, sustituida por otra muy distinta y menos atractiva. Aquella persona apenas le llegaba a Garruk a la mitad del torso; era un hombre menudo y delgado, vestido con capa e indumentarias azules. Llevaba puesta la capucha para cubrirse el rostro, pero Garruk sabía qué encontraría debajo. La última vez que había visto a Jace Beleren, sus manos habían estrujado el cuello del diminuto Planeswalker, tratando de matarlo.

 El cazador se percató del paralelismo y sonrió. Puede que Liliana hubiese sido una ilusión, pero había acertado: le gustaba matar.

 ―Has asesinado a muchas personas, Garruk ―dijo Jace levantando la vista, sin retirar la capucha―. Tengo que asegurarme de que no volverá a suceder.


―No las habría matado si no las hubieses enviado a por mí. Deja de incordiarme y no morirá nadie más. 

―Garruk notaba el peso del hacha a la espalda y sabía cuánto tiempo necesitaría para desenvainarla y blandirla. Sin embargo, a aquella distancia no la necesitaría. 

 ―Podemos ayudarte. El edro nos ha permitido ganar tiempo. Acompáñame a Rávnica. Ya he reunido a algunos de nuestros mejores sanadores...

 ―¿Cómo que nuestros? ¿Dónde os metisteis cuando mi cuerpo se retorcía de dolor, mientras mis bestias se pudrían ante mis ojos y las voces pretendían arrebatarme la cordura?

 ―la acusación terminó a gritos. Apretó los puños y los relajó antes de volver a tensarlos. 

 ―Garruk, tienes que venir conmigo. Debemos asegurarnos de que te has curado y no volverás a matar ―la voz de Jace sonaba calma, impasible, confiada, como si estuviese perfectamente pensada para enfurecer al cazador.

 ―¿Y qué pasaría si quisiese volver a matar? Como ahora mismo, ¿por ejemplo?

 ―Te detendría. Garruk, no eres el de siempre. El edro mantiene a raya la maldición, pero no te ha curado. Acompáñame ―dijo Jace tendiéndole la mano. Garruk la asió.

 ―No vas a llevarme a ninguna parte ―aseguró justo antes de tirar de Jace y propinarle un cabezazo. La silueta estalló en mil pedazos de cristal y Garruk sintió que la sangre le brotaba de las partes del rostro donde se había cortado. Las ilusiones podían matar. Pues bien, él también sabía hacerlo. Rugió en medio del claro mientras desenvainaba su hacha. Varias imágenes de Jace aparecieron a su alrededor; todas ellas eran copias perfectas y tenían las manos levantadas, a la defensiva.

 ―No quiero hacerte daño.

 ―Mira qué bien, porque yo a ti, sí. 

 ―Garruk, este combate no es justo. Has sufrido demasiado. Haz el favor de acompañarme. Tomando impulso, Garruk asestó un hachazo a varias ilusiones y todas estallaron en pedacitos de cristal. El aire a su alrededor se solidificó formando una masa gélida; sus movimientos se ralentizaron y le costaba respirar.


―¡Estas ilusiones son buenas, Beleren! Pero para crearlas ―dio un manotazo hacia un lado y alcanzó a un cuerpo invisible―... tienes que acercarte mucho. Garruk agarró a su rival por la garganta. Por primera vez, vio una expresión de sorpresa en el rostro de Jace Beleren.

 ―¡¿Pero cómo...?! ¡Garruk...! No suplicaba. Garruk respetaba aquello. ―Primero: pasas demasiado tiempo husmeando en las mentes. Presta más atención al mundo real, Jace. 

Segundo... Un brillo surgió delante de Garruk y una imagen fantasmal de Jace se superpuso al auténtico. El espejismo se agrandó poco a poco y la mano de Garruk se abría mientras lo sujetaba. Al final, Jace tenía margen suficiente para empezar a liberarse de la presa de Garruk. El cazador no lo permitió y lo aferró con más fuerza. 

 ―¿Cómo... eres capaz de...? 

―Jace dejó de hablar y se esforzó por respirar. ―Segundo: dependes demasiado de las ilusiones. ¡Aprende a luchar, canijo! La cara de Jace se volvió púrpura y Garruk aflojó un poco la presión. Jace tomó una bocanada de aire y emitió una única palabra: "Monstruo". La primera vez que Garruk escuchó aquello durante su primer encuentro con Jace, le había sentado como un golpe.

 ―¡Ja, ja, ja! ¡Tienes razón, soy un monstruo! Tercero, y esto es importante: como vuelvas a perseguirme o a enviar a alguien a por mí, morirás. ¿Alguna pregunta? Jace negó con la cabeza. Seguía sin mostrar miedo. Al menos, el mago mental tenía agallas. 

 ―No puedo ―su voz sonaba ronca y se esforzaba para recobrar el aliento―... No puedo dejar suelto a un asesino como tú. Tengo que... Garruk suspiró. 

―Adelante, léeme, Beleren. No soy tan complicado. Garruk sintió la presencia ajena en su mente. A pesar de todo lo que había hecho para preparar el encuentro, había estado a punto de arrebatarle la vida a Jace. 

Habría matado a quien fuese con tal de seguir siendo libre.


Jace cesó el contacto. Su cara reflejaba la aversión que sentía, pero también un aire de sorpresa, y Garruk pensó que también percibía cierta aprobación.

 ―No hay... ni rastro. Entonces, ¿por qué? ―Porque soy como soy. Mataré si he de hacerlo. Puede que incluso ―y entonces Garruk mostró una amplia sonrisa―... disfrute con ello de vez en cuando. Pero si tus amigos y tú me dejáis en paz, no tendréis que preocuparos. Ese es el mejor trato que estoy dispuesto a ofrecer.

 Jace se quedó pensativo. Garruk lo tenía sujeto por el cuello, podía acabar con él sin pestañear y había demostrado que era inmune a las ilusiones de Jace. El cazador volvió a reírse. Si contemplase la posibilidad de tener amigos, Jace quizá hubiese sido un buen compañero.

 ―Tú ganas ―concedió―. Te dejaremos tranquilo y no te buscaré. Pero por favor, si cambias de opinión, ven a vernos a Rávnica. Todavía hay algo que no está bien y podemos ayudarte. Garruk lo soltó. Jace se frotó el cuello y el cazador observó las intensas marcas púrpuras que le había dejado. Seguía sonriendo. ―Un último consejo, Beleren: solo los mejores de los mejores pueden cazar solos.

En cambio, tú necesitas amigos. Jace se quedó observándolo y el panorama de una biblioteca de Rávnica se materializó tras él. Una multitud de imágenes de Jace empezaron a adentrarse en la estancia, una tras otra, hasta que solo los restos de una ilusión permanecieron en Shandalar.

 Luego, Jace y el paisaje de Rávnica desaparecieron.


Garruk respiró hondo y se apoyó durante unos segundos en su hacha. Sentía dolor. Había tenido que proyectar fuerza hacia Jace, pero seguía débil. El edro continuaba latiendo, vibrando. No estaba seguro de que su plan fuese a funcionar. Resultaba extraño que una caza terminase bien sin una muerte o un trofeo, pero así había sido la vida de Garruk últimamente: extraña.

Decidió descansar un poco antes de marcharse de Shandalar para ir a su próximo destino. Poco después, un hombre se acercó a Garruk desde el otro lado del claro, avanzando con paso firme.

 El ambiente se tornó frío y las pisadas del individuo crujían sonoramente contra el suelo congelado. Aunque los sentidos de Garruk se habían deteriorado, sabía que habría sido capaz de olerlo, pero aquella persona carecía de olor. Era alto y delgado e iba vestido con vestimentas azules, decoradas de plata y negro. Tenía el rostro afilado y pálido, y su cabello blanco estaba repleto de escarcha y carámbanos que lo mantenían rígido, como si fuesen largos pinchos blancos. Sus ojos eran de un color azul oscuro y no tenían iris.

 ―Qué raro ―dijo Garruk, y recogió su hacha con ambas manos. Estaba casi seguro de que no eran alucinaciones; no sentía la corrupción en sus venas como cuando había estado en Innistrad, pero no lo tenía claro del todo―.

¿Y tú quién eres? ―Vengo para llevarte de vuelta a Innistrad. Ven conmigo, Garruk ―su voz sonaba entrecortada y severa, con un tono áspero.

 ―Pero ¿no os había matado a todos ya? ―Vronos me pagó una buena suma. Vas a venir conmigo. Puedes hacerlo por las buenas, o atrapado en un bloque de hielo. Aquella situación irritaba a Garruk por muchos motivos: uno, quería descansar; dos, estaba harto de que la gente lo buscase; tres, no le gustaba el frío; y cuatro, aquel tipo había ignorado su pregunta. A Garruk le pareció oportuno ponerle algún apodo. Se decidió por Granizado.

 ―Ya ves cómo acabó Vronos ―comentó Garruk señalando la máscara que llevaba al cinto.


―En efecto, lo vi. Vi cómo acabaron todos ellos. Necesitaba más tiempo para prepararme. Ahora que lo estoy, he venido a por ti. Entonces, te vi hablando con Jace Beleren ―había un aire de inseguridad en la áspera voz. 

 ―Claro, Jace Beleren, el que organizó esta cacería, para empezar. Mucha gente ha muerto por su culpa. ¿Te presentas voluntario para unirte a ellos? 

 ―Me pagaron... ―Claro, un montón de dinero. Dices que ya lo cobraste, ¿no? Habrás visto que permití que Jace se marchase porque me dejó en paz. Beleren no va a reclamar la recompensa. Y te aseguro que Vronos tampoco lo hará. Lárgate y podrás disfrutar de lo que hayas ganado. Garruk notaba que Granizado dudaba y hacía cálculos mentales.

 ―De acuerdo, pero... quiero hacerte una pregunta. Jace Beleren tiene una gran fama como mago mental de primera categoría. Sin embargo, descubriste dónde se ocultaba. 

¿Cómo lo hiciste? ―Es por mi dieta. Todo muy natural y sano. Me ayuda a resistir la alteración mental. ―¿Te burlas de mí? No deberías hacerlo. Podría tener consecuencias desagradables para ti. ―El frío se intensificó y el hielo del ambiente crujió. ―¿Crees que un poco de frío puede detenerme? ―Garruk sonrió. Los orbes azules pestañearon por un momento. El aire entre ambos Planeswalkers se espesó y adoptó una apariencia gélida. 

―Como te acerques un paso más, animal, congelaré el aire de tu cerebro y lo partiré. Entonces veríamos lo bien que resistes la alteración. ―Debe de ser desagradable ―admitió Garruk gruñendo―. 

Vale, era una broma. No sé por qué no funcionaron las ilusiones de Jace. Quizá no sea tan hábil con ellas ―se mofó encogiendo los hombros. Granizado dio un paso atrás y el aire se congeló sólidamente a su alrededor, mientras unos glóbulos de hielo flotantes se formaban a sus espaldas. Mostraban un lugar distinto al sitio en el que estaban; era un paisaje blanco y helado, cubierto de nieve que flotaba de un lado para otro. 

Los glóbulos de hielo crecieron y dieron vueltas alrededor de Granizado.

 ―Una pregunta ―dijo Garruk alzando una mano―: ¿vas a tardar mucho en caminar por los planos? Los ojos de Granizado se desorbitaron y el Planeswalker abrió la boca mientras levantaba las manos. Garruk asió fuertemente su hacha, pivotó sobre la pierna adelantada y le cortó la cabeza a Granizado unos momentos antes de que los glóbulos comenzasen a formar un único portal gélido. Sin embargo, al final se resquebrajaron y se fundieron a los pies de Garruk. 

El cuerpo de Granizado se desplomó en el suelo y la cabeza rodó junto a él; los orbes azules se tornaron grises y se apagaron. 

 ―Parece que sí. Garruk volvió a reírse. Ya no necesitaba matar. Tampoco tenía motivos para arrebatarle la vida a Granizado. Sin embargo, aquel hombre se había sentenciado cuando amenazó al cazador. Si hubiese sobrevivido, habría aprendido una valiosa lección: no conviene amenazar a los monstruos.

 Garruk caminó por los planos hacia su próximo destino.

miércoles, 27 de agosto de 2014

-Fragmentos de Historia- La locura de Sarkhan


El Planeswalker Sarkhan Vol jamás ha tenido una vida fácil. Nació en un mundo asolado por el viento y la guerra donde los dragones se habían extinguido. 

Cuando era joven, se convirtió en Planeswalker y emprendió un viaje para encontrar y venerar a los mayores dragones del Multiverso. Con el tiempo, se cruzó en el camino de uno de los seres más ancianos y poderosos de toda la existencia: el antiguo y malevolente dragón Planeswalker, Nicol Bolas.

La voluntad de Sarkhan se quebró, su mente se desestabilizó y acabó convirtiéndose en el siervo del dragón. Bajo su yugo, viajó a Zendikar, se adentró en la misteriosa cámara conocida como el Ojo de Ugin y, contra su voluntad, ayudó a liberar a los devastadores eldrazi. Incapaz de confiar en su propia mente, temeroso de la represalia de Nicol Bolas y desterrado por su pueblo, Sarkhan Vol ha regresado a Tarkir.

"..Heme aquí de nuevo, en mi hogar. Contemplo las colinas escarpadas y las estepas humeantes. Este mundo ruge vida y grita muerte, como un panorama de lucha y violencia. Podría ser muy fuerte, mas se encuentra repleto de dolor. Está dañado, al igual que yo.."


He vagado durante mucho tiempo. ¿Qué propósito me aguarda ahora? El Ojo está vacío. Los mundos están vacíos. Regreso sumido en la desgracia porque ningún otro plano me dará cobijo. 

 Aun así... oigo algo. Los ecos de un pensamiento.

¿Qué me dicen? ¿Pronuncian mi nombre?.  Todo comenzó con el fuego de dragón, Sarkhan, y el fuego de dragón será testigo del fin. ¿Quién eres, voz desconocida? Has susurrado en mi mente durante mucho tiempo, pero ahora gritas. ¿Eres un eco del pasado? ¿Un ahora que nunca fue? 

Quizá sea que estoy loco, como afirmó Nicol Bolas...



Fue él quien me envió al Ojo. Me dijo que esperase, que permaneciese vigilante, pero cuando los otros llegaron y cuando los... Otros... se fueron, me quedé ciego, durmiente. Después, admití mi fracaso y descubrí que no había sido más que un simple testigo. El Ojo estaba cerrado. Mis ojos habían sido víctimas de un engaño. Él me había dejado allí para vigilar. 

Pero ¿vigilar el qué? Eran unas simples imágenes en los muros de una cueva, que se retorcían y me hablaban. 

Que me susurraban en la oscuridad. Cuando llegó el momento del desafío, no pude evitar el fracaso. ¿Debería considerar aquella derrota como un triunfo?.

 Creía que Nicol Bolas sería mi señor. Era anciano, poderoso, prominente entre los de su especie. Ansiaba estar a su servicio y él había accedido. 

Qué necio fui por pensar que me veía como uno de sus mejores súbditos. No fui más que un peón, pero ahora lo comprendo: un intelecto tan vasto como el mismísimo Multiverso considera que todos los mundos son sus patios de recreo. 

 Me expulsó, fui el juguete de un dragón, que se deshizo de mí por no resultarle útil. Jirones de pensamiento sobre un montón de huesos deshonrados; esa es la recompensa por servirle. Sin embargo, un dragón me había hablado antaño. Susúrrame, Rey. ¿Cuál es la naturaleza de sacrificarse? Puedes sanar este lugar. Puedes sanarte a ti mismo. Crecí anhelando ver a los dragones. Mi mundo estaba... está arrasado debido a las luchas constantes.

Los clanes combatían entre los huesos de los antiguos, que formaban parte de Tarkir tanto como los sangrientos campos de batalla. Éramos salvajes, pero parte de mí siempre se planteaba una cuestión: ¿cuánto más feroces habían sido los antiguos? Al igual que todo mi pueblo, nací sumido en la guerra. 

Algunos aceptaban la senda del guerrero. Se regocijaban durante las cargas furiosas y presenciando el derramamiento de sangre, lanzándose a la contienda a la vanguardia de los Mardu. Otros entraban en batalla porque debían hacerlo. Negarse a luchar suponía una muerte cruel a manos de los líderes de guerra. Por último estaban los carroñeros, que se escurrían entre las patas de los caballos en busca del botín que pudiesen conseguir tras el paso de los guerreros. Yo no pertenecía a ninguna de esas categorías. 

La canción de la batalla no me satisfacía. Para mí, la guerra no era más que la realidad de la vida. Uno se despierta, uno cabalga, uno lucha. Esa es la existencia cotidiana de la horda. La supervivencia depende de la victoria: conquistar significa comer. Sin embargo, yo era un asesino. Mi talento con la magia de batalla y mi ferocidad natural me convirtieron en uno de los guerreros más temibles de la horda. Era capaz de abrir brechas en las líneas enemigas y nuestros enemigos huían ante mi ira. Quienes luchaban a mi lado se nutrían de mi furia y arrasaban las filas de quienes se nos oponían. 

Mi abuelo decía que mi voluntad no tenía parangón entre nuestro pueblo. Las tierras interiores... Incineramos a sus clanes.


Sin embargo, ¿por qué luchábamos en realidad? ¿Por un trozo de tierra? ¿Por un mísero botín de alimentos? Aquellos conflictos eran insignificantes, pero muchos habían luchado y muerto en ellos. Cada vez que conquistábamos un territorio, no tardábamos en marcharnos. Siempre cabalgábamos hacia donde nos llevase el viento. Me cansé del eterno derramamiento de sangre. 

Aunque mi abuelo me lo desaconsejó, depuse mi lanza y me marché lejos de las tiendas de campaña.

 Mis viajes me llevaron a las cumbres de las montañas de Qal Sisma, siguiendo una llamada cuyas palabras no comprendía. Vagué en solitario a través de la nieve, luchando en ocasiones contra las grandes bestias que acechaban, pero no sabía qué era lo que había oído. Sabes qué es lo que buscas. ¿Es eso cierto? No, no le hables a la voz. Sin embargo... me resulta familiar, por algún motivo. Entonces, una noche, bajo un manto celestial multicolor, divisé algo extraño, similar a un caparazón de tortuga tejido, que reposaba sobre un río congelado. Cuando me acerqué, una silueta surgió del hielo y adoptó mi forma. Me susurraba con palabras que resonaban en lo más profundo de mí y me hablaban sobre los dragones y su poderío. Estiré el brazo para tocarla y entonces sellé un juramento que ni siquiera sabía que había hecho.

 La silueta se desvaneció y me encontré cara a cara con un joven sentado en el hielo, desnudo salvo por el sombrero de caparazón que le cubría el rostro. Se levantó, se envolvió en un manto de piel de oso y me hizo señas en silencio. Decidí seguirlo hacia los árboles.


Allí había una cueva, donde se reunía un grupo de gente. Me observaban desde debajo de sus capuchas sin pronunciar palabra alguna, hasta que el joven habló e hizo gestos en dirección a mí. A continuación, todos descubrieron sus rostros y comenzaron a entonar un cántico en voz baja, susurrando. En él se percibía la voz de las edades. 

La voz de los... reyes. 

 Recordaban a los antiguos. Aunque los dragones ya no volaban, aquella gente oía los rugidos y susurraba canciones sobre garras y sangre. Había una palabra. Un recuerdo. Un nombre que debería conocer. ¿Podré oírlo ahora? Pasé muchas lunas allí, entre los susurradores, pero al final no pude quedarme. Las charlas sobre recuerdos y los ecos de las voces no bastaban para satisfacerme. No obstante, había encontrado una especie de paz. 

Quizá pudiese llevarla conmigo. 

 Los susurros no son un eco. ¡Fuera de mi mente, espectro! ¡Reniego de ti! Los antiguos han desaparecido. Solo quedaba uno... y era falso. Regresé a mi clan entre el clamor de mis guerreros, pero no el de mi jefe de hordas. 

El rostro de Zurgo se iba ensombreciendo a medida que me acercaba:

 ―¿Osas regresar? ―Necesitaba descansar y meditar. 
 ―¿Acaso eres uno de esos piesflojos jeskai que tienen que sentarse a pensar? La obediencia que exijo es absoluta. 
 ―Lidero uno de nuestros flancos. Para dirigirlo de la mejor forma posible, debo tener seguridad en mí mismo. ―Para liderar hay que sangrar, tal como dicen los Edictos. Y tú sangrarás por la horda.


El Aplastacráneos me envió a regañadientes con un batallón de jinetes para desafiar a los Sultai en la frontera donde sus apestosos pantanos corrompían nuestras tierras salvajes. Puede que los hombres que me había asignado Zurgo fuesen la escoria de la horda. Quizá no apreciasen mi liderazgo. Fuese cual fuese el motivo, cuando entablamos batalla, no barrimos el suelo con las víboras sultai. Los dos bandos luchaban sin ímpetu, cuales hormigas, y ninguno lograba imponerse. 

Finalmente, por pura frustración, cargué a través de la marabunta y empalé al hechicero que lideraba a los Sultai. Aquello debería haber puesto fin a la contienda, pero el enemigo no se daba por muerto, como si fuese una serpiente decapitada. La insignificante batalla continuaba y continuaba. La furia brotaba de mi interior y, con ella, un susurro que me hablaba sobre la quietud. En plena carnicería, entré en un estado de calma. Fue en aquel momento cuando oí la voz. Sabía que era antigua; percibía las edades en sus palabras. ¿La oyes ahora, Sarkhan? La voz me hablaba en la lengua de los dragones.

 Y entonces... ¡respondí! Mis manos estallaron en llamas. Desde lo profundo de mi alma, emergió un ser de puro fuego que se elevó por los cielos. 

El dragón sobrevoló a toda velocidad el campo de batalla y lo calcinó todo a su paso. La carne se abrasó y los huesos se redujeron a cenizas. No hubo salvación para nadie: ni para los naga, ni para los jinetes, ni para los caballos. La furia y la violencia encarnadas habían nacido de mí. Acogí a mi hijo de fuego... ¡y rugí como un dragón! Me adentré en el fuego, maravillado ante aquella destrucción. 

El mundo ardía a mi alrededor y yo disfruté de un momento eterno de puro gozo. ¡Cuánta pasión! ¡Jamás me había sentido tan vivo! Algo debía de haberme llamado desde más allá de mi mundo; ¿quizá fuese el grito de un depredador? Puede que siempre haya oído a un dragón en mi mente, pero ¿a cuál? Entonces, me encontré en medio de un desierto sin fin. Un sol rojo me abrasaba los hombros. 

El cielo era púrpura. Estaba en una tierra desconocida con la que jamás había ni siquiera soñado. Mientras vagaba por aquel paisaje extraño, una gran sombra oscureció la tierra. Por encima de mí flotaba una enorme bestia que nunca había visto, excepto en trances y en los iconos de los chamanes. La admiración y el júbilo se apoderaron de mí. 

Fuera de mi propio mundo, por fin había encontrado a mis auténticos congéneres. Pasé varios años observando y siguiendo a los dragones, aprendiendo todo lo que podía sobre ellos. Al principio, creía que el primero que había visto era un soberano de los cielos.

 ¡Qué ingenuo era por aquel entonces! 

Apenas se trataba de un espécimen inferior. No tardé en ver lo débil que era, cuando pereció bajo el fuego de otra bestia más poderosa. Decidí seguir al depredador. Los años pasaron y fui en busca de dragones cada vez mayores, más ancianos y más astutos.

 Los seguí, aprendí sus nombres, hallé sus nidos y vi cómo perecieron todos ellos. Sin embargo, cada muerte tan solo me incitaba a encontrar a otro ejemplar más poderoso, uno al que pudiese servir como a un auténtico rey.


Un día, llegué a un mundo nuevo y salvaje. El carbón crujía bajo mis pies. El ambiente vibraba debido a las tormentas. Los árboles eran enmarañados y descendían por las laderas hacia pozos de brea ardiente. Los ríos rojos arañaban las torturadas rocas. Mientras exploraba aquel panorama salvaje, oía los chillidos de innumerables bestias salvajes. 

El aire e incluso la tierra reverberaban con los rugidos de los carnívoros y los aullidos de muerte de sus presas. Un viento caliente me abrasó las mejillas y miré hacia arriba. El cielo estaba cubierto por unas alas y un fuego colosales. 

 ¡Cuán magnífico era! 

Incluso viéndolo desde lejos, su poderío era evidente: se percibía por los gruesos músculos del cuello y la mandíbula y el potente batir de las alas. Estaba cubierto de ceniza, tal como si fuese el manto regio de un kan. Entonces, el gran depredador se abalanzó sobre una presa que no divisé. Lanzó un grito tan potente que parecía capaz de hacer añicos la mismísima tierra. El fuego emergía de las colinas mientras el maestro de los cielos descendía en picado hacia él. Había llegado al paraíso.

En Jund también encontré tribus de humanos, cazadores con trenzas y cuerpos pintados que perseguían a los dragones y les arrebataban su poder a modo de trofeos. Su estilo de vida era rudimentario, pero su entrega y coraje no tenían parangón salvo entre mi propio pueblo. Aunque falleciesen partidas de caza enteras durante las persecuciones, otras la sucedían con ímpetu. 


Eran fuertes, desde una perspectiva según la que muchos otros no lo eran. Me crucé con ellos en ocasiones, pero jamás me uní a sus cacerías. Solo hice una excepción: el anciano Malactoth;él había sido un auténtico desafío, aquel contra el que me pondría a prueba para ofrecer mi lealtad. Sin embargo, incluso él cayó. Por muy poderosos que fuesen los tiranos de los cielos de Jund, no dejaban de ser meras bestias. Ninguno de ellos merecía mi servidumbre. Entonces, comencé a preguntarme si en todos los mundos existiría algún dragón como el que buscaba: uno que pudiese guiarme, instruirme, mostrarme todo mi potencial. Hubo uno que lo hizo, pero no lo escuchaste. 

 "Yo lo puse donde yace". ¿Acaso no me había asegurado aquello Nicol Bolas? Quizá me engañase... ¿A qué dragón había oído? ¿A quién oigo ahora? Puede que los videntes de las montañas tuviesen razón y el mundo recuerde lo que sus gentes han olvidado. 

 Un nombre. Ugin. Heme aquí de nuevo, espectro. Me habías dicho que regresase a este mundo que me rechaza, al igual que me rechazó mi maestro. ¿Qué me espera aquí? Encuentra la entrada. ¡Otro acertijo! ¡Otro engaño! ¿Cómo que una entrada? Este mundo es un campo de batalla. Aquí no perdura nada. ¿Qué pretendes que haga? Tarkir es un lugar sin futuro, solo tiene un presente de lucha. 

En cambio, en el pasado... los humanos habíamos construido algo duradero. Nuestra civilización había permanecido en pie durante siglos, a pesar de los constantes ataques de los dragones... ¿O fue más bien gracias a ellos? Luchábamos juntos contra un enemigo poderoso: aquello era lo que nos hacía fuertes. Cuando las tormentas cesaron y los reyes de los cielos cayeron, nuestro declive comenzó. Oigo los cuernos de los cazadores. 

Percibo el viento de las flechas. La polvareda de incontables cascos de monturas cubre hasta donde alcanza la vista. La batalla tiene lugar en mi interior, como siempre ha sucedido. La respuesta está aquí, en algún lugar de mi mundo, pero no en este lugar. Mis viajes aún no han concluido. Oigo tu voz. Acudiré de nuevo a los susurrantes de las cumbres. Quizá ellos también te oigan. Encontraré la puerta. Volveré a hacernos fuertes.


Articulo de: Magic The Gathering

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